jueves, 29 de agosto de 2013

Iris


A veces la tristeza dura exactamente un día.
A veces el día tiene la cualidad especial y excelsa de durar por eternos parpadeos.
A veces la nostalgia es una gran nube de humo de recuerdos enchastrados de felicidad y de sensaciones que me hacían tan bien. Y me hacen tan mal, tan mal, recordarlas.
Es aberrante no poder hacer nada contra ese miserable nudo hecho de la soga de las lágrimas. Y es demasiado estúpida mi metáfora.
Ya no hay nada que pueda hacer surgir algo bueno, de esta tristeza.
Porque si al escuchar esa ópera y sus letras lamentosas, y sus palabras trágicas...
la voz que lo llora todo. La voz que lo dice todo. Las palabras que dibujan la mirada durmiente sobre la noche.
La melodía de tu voz, que encierra a tantas otras melodías... que me hacen evocar a tantas vueltas por esa calle, por ese cielo, por esas lluvias tormentosas donde faltaba la luz y soplaba el viento eterno.
Parecía eterno... dudaba en que dure tanto. Pero su apariencia eterna, como siempre, un simple espejismo que ahora personifica lo Efímero.

Ya la sensación es como ir caminando sobre un puente de madera negra, podrido por dentro de miles de recuerdos amargos de sonrisas...
podrido por dentro de miles de despedidas sin ese buen "Adiós" en el arte del despedisre bien.
Caminando, sobre el puente de madera negra, sobre el abismo de un océano de aire negro y gris, condensado en llamaradas de esas nubes de piedras.

Caminando por el puente, y sentir y escuchar a miles de violines tocar, las notas mas agonizantes de lamento... el sonido inunda el aire de lágrimas invisibles. Gordas y grises lágrimas invisibles.

Paso a paso, tabla negra por tabla negra. El equilibrio que mi cuerpo intenta mantener. No puedo ver cuál es el otro lado al que llegaré. Me encandila tanta falsedad de luz. No es un blanco normal, no es un blanco sincero, como el brillo que tienen tus ojos.

Escucho una María Callas, que canta desde el fondo de su lamento, desde el fondo bien subterráneo de su corazón. Entre el abismo, el puente y toda la luz impura que me encandila.... escucho la voz estridente que llora su sentir en esa nota sublime de una ópera trágica.

Ya no camino más... Sobre esa tabla de madera negra y podrida, estoy parada. Petrificada, pero levitando. Mis ojos moribundos, abiertos en un parpadeo, cobran un brillo vidrioso, mojado y lloroso. Mi mirada fija, atraviesa un horizonte sin fin. Perdidos mis ojos, fijados en lo que nunca podrán ver, observan mis pensamientos, estando la mente en blanco.

Es la abstracción de la muerte. Es la inducción de mi alma. Sólo ha quedado mi cuerpo, inmóvil, postrado en un gesto, como una estatua que la vista de Medusa convirtió en la ausencia de toda vida.

Esta alma. Esta pobre, pálida, desganada, cansada, asfixiada, alma. En desuso por olvido, en desuso por querer.


Pero es una simple nostalgia, toda esa sensación. Es todo sensación, pues nunca sucede nada.
Aunque el brillo de tus ojos pueda más que cualquier otro sol, sobre cualquier pieza negra de mi cuatro de tristeza.
Aunque el brillo de tu iris (que tanto me cuesta ver), me haga detenerme a pensar tantas cosas.
Aunque no puedo detenerme. No puedo detener mi sentir.
Tragar todo lo que nunca voy a decir.

Aunque el brillo de tu iris me cueste ver, brillará el mio también...
Aunque nunca lo pueda decir.

AHORA


nos referimos a Cofasso, a este lugar,que a su manera, es donde la inspiración hace fluir caudales de fuego del arte escrito.