jueves, 16 de junio de 2016

Escribir "nuevo", dicta la acción.

La televisión, en esta casa, ya se ha apagado.  En el total de la casa cuatro pares de ojos duermen. Los más sabios, los de más vivencia en su haber, entienden ya que han salido de aquello que devora la negritud de la noche, porque no sólo se apodera de los pensamientos, sino (y calladamente) de los cuerpos mismos. Cuántas veces me habrá devorado en mi cama y hoy... hace una semana que estoy aquí sin poder salir. Todo inició con esa fiebre horrible, el miércoles pasado por la madrugada. Sin duda sentir los pies como icebergs y en paralelo el resto del cuerpo arder... tanto que transpiraba delirios en los que mi frente se derretía y pasaba un par de vergüenzas más. De todas maneras, vergüenzas hay muchas, el país es una enorme alfombra brillante por la que desfilan muchos que hacen plena ilustración de esto que digo. Cito lo siguiente que leí hoy, como clave de entendimiento a esto que de a poco voy desmenunzando: "En este punto se nos plantea el problema de la incertidumbre: hemos de ver si nos construímos como especie capaz de construir sobre la arena sin fingir que es piedra, es decir, si nuestra subjetividad es capaz de habitar un mundo de arena o estamos condenados al anhelo de la piedra." Y a esto termino llegando la mayoría de las veces cuando recuerdo varios miércoles pasados, martes, lunes y meses de abril y mayo y otros, en los que me aferraba, y con la validez que ello implica,  a las verdades más efímeras. Por lo que duraron más que nada, y porque, puras supieron ser tan auténticas que es muy loable de su parte haber existido. Ahora... ahora que sigo acostada en esta cama recordando tensas charlas virtuales, curándome de una tos que sigue brava, de nuevo comienzan a soltarme quién sabe qué manos, como para que vuelva a escribir. Fue una abducción de varios días.  Aunque nadie me tome en serio yo sé qué tanto tiempo me lleva pensar todo por dentro y es mi único ejercicio de individualidad, a partir de otras cosas ¿no? Entre los remedios, las justificaciones médicas,  los amigos que se enteraban y me mantenían al tanto de la vida a la par de que se enfermaban conmigo,  la parte silenciada,  la familia que desde el mismo seno soltó palabras precisas con llamadas y audios. Todo ha sido, al cabo de una semana, una pausa necesaria. A esta debo estar muy atenta. Cuando la mente se sobrecalienta por el ir y el venir de tantos pensamientos y hechos, llega un punto en que desborda, aunque sigamos respirando. Hay algo que no da para más.  Pues varias cosas se han desbordado. Finalizadas no sé si afirmarlas como tales. Pero de detener un cierto paso que se venía marcando o dando: sí. Yo he querido que así lo sea. Que se detengan. Y esto me atrae del silencio de la noche y de varias mentes que se dejaban consumir por esta oscuridad en la que todos duermen... ¿Cómo se logra este ejercicio de lucidez? ¿Cuánta pérdida cabe en ese ejercicio de lucidez?  ¿cuánto muere? ¿cuánto no se recupera?
Y si cuento los delirios-sueños, fueron cuatro: la frente derretida, la noche de los apuntes punzantes, la lectura imparable y enferma de Soumission, el desenfreno narrativo de La distancia del rescate. Y si cuento los libros, fueron esos dos. La única certeza estaría siendo: cuidar el sueño. Después de todo, los únicos que hasta ahora han llegando más lejos que yo en este pequeño plano empírico territorial, son los que mejor durmen esta hora. Ya perdí el hilo de hacia donde queria llegar. Igual ni que fuera que emprendí una búsqueda o un camino. Hoy solo sé que todo colapsa, todo... menos nosotros, aún respiramos tangiblemente, respiramos. Y volviendo un poco... Lamento sí,  no haber aprovechado mejor de algunas calles, o de algunas vistas. Pero también sé, con toda la responsabilidad que no niego, qué verdadero y auténtico fue cierto plano de mi vida del 20 de mayo hacia atrás. Aún sigo atónita al recordar ciertos espacios, sueños,  tactos, olores, gustos, detalles de la vista (de ver) cotidiana. Que esta abducción haya iniciado no sé cuándo ni por qué ni a causa de qué,  es un enigma que he de resolver ego misma en mi ipsiedad. Netamente así como el pronombre cualificado lo indica. Que sea bien pues, este cuerpo de palabras una buena puerta para abrirse hacia la razón,  o la respuesta que está por aqui flotando, pero todavía me hacen falta cosas para poder atraparla y hacerla visible. Por otro lado, no todo es incertidumbre,  tengo a buen puerto mis certezas, sólo que no soy yo la que deba declamarlas. En este momento Cupido no se hace cargo de nada y dudo que se puedan entender palabras como estas. Sólo si me piden esas certezas, con todo lo que implica escucharlas, las daré.
Pero, ya está.  Cerraré una vez más con este pensamiento interesante: el mundo colapsa ante nuestros ojos. Y entiendo por colapsar a autodestruirse, autoboicotearse, desgarrarse, autorrasgarse, sin embargo, todos seguimos respirando, durmiendo, soñando,  apagando la televisión,  apagando la mesita de luz, apagando el interruptor lumínico,  dejando el celular cargando a un costado,como si ese colapso fuera ajeno y no nos perteneciera ni por asomo, ni por cercanía de simplemente saber que algo esta colapsando,  fomo si no vuvieramos en esta casa, en esta ciudad,  en esta provincia, en este distrito,  país...etc. ni por asomo que nos pertenece ese colapso, ¡no! ¡para nada! Algo haremos bien al seguir.

AHORA


nos referimos a Cofasso, a este lugar,que a su manera, es donde la inspiración hace fluir caudales de fuego del arte escrito.