lunes, 27 de febrero de 2017

Pensamiento de Galería, mientras Tibi observa sabiendo.

De nuevo me transpira la frente (algo influenciada por la antigüedad de las letras leídas), porque me doy cuenta de como le afecta a mi Entendimiento el mal hacer de mi supuesta "cortesía".
Qué mala memoria tengo, o de qué forma tan absurda y enroscada es que puede funcionar en mí el Rencor o algún primo hermano del mismo. Ya que, como manifiestan letras folclóricas el no-olvido tiene que ver con el recuerdo y el odio. En primer lugar... ¿por qué motivo sigo recordando? y en segundo, ya que no puedo odiar. ¿Qué clase de Rencor sería este mismo?
Supongo que volví a equivocarme al dar saludo a aquellos que no han de perdonarme cualcosa he hecho en ese pasado no tan remoto y no tan cercano. Supongo que ha de verse como falsa cortesía improvisar un saludo sonriente ante la odiosa y cruel figura que han de tener de mí aquellos...
Y peor, cuando con el pasar de los días, por fortuna, se me olvidan tales actos y sucesos vividos que siempre... siempre... religiosamente siempre... religadamente siempre, "aparece" como por arte de infortunio "algo" externa o internamente relacionado con...
Me lleva todo obligadamente a seguir ligada a una especie de historia de nunca acabar. Resulta inexorablemente contradictorio esto, porque ya todo está sumamente separado, sepultado y acabado. Lo que me hace reconocer lo mal entendida que habrá sido mi voluntad al cortar todo aquello que se veía como vínculo a Aquella... por lo que he quedado, para ellos, vestida de una perfecta ropa de crueldad, traición, egoísmo y narcisismo... con los ilustres colores del capricho, la obsesión y el llamado mal querer.
Tengo cosas que, todavía, solo guardo para mí . Y estas que me obligan a dudar, escribir... suponer. Pensar, plantearme o traducir todo esto de algún modo. Pero supongo que todos estos residuos de aquel mal tiempo, de aquellos malos días, aún vienen a mí para ser vistos como obstáculos para fortalecer, y no como señales positivas de la caprichosa providencia que yo solía interpretar de aquella primera persona que, siendo la primera, fuera única en el mundo e insuperable. Y respecto a estos dos atributos, siempre mal designados por oficio arbitrario del amor que sentí, todavía me cuesta poder librarme de tales juicios sobre ella. Y me da miedo, porque no me parece sano hacerlo aunque dejé de amar, aunque dejé de sufrir y dejé de tener, con tremenda ceguera inocente pero insistente, semejante cariño a esa persona: aún tener ciertos pensamientos fugaces respecto de tal amor.

No me quita el sueño todo esto, aunque en los mismos sueños se aparece con la misma esencia  y con los mismos aspectos que CREO yo aún seguir teniendo de su persona. No siento equivocarme, pero tampoco siento enorme responsabilidad en tener la verdad objetiva de lo que hoy sea. Si por un lado el hecho de ignorar tales pensares me gobierna, por otro no puedo evitar detenerme y transpirar la frente mientras me planteo estas cosas que me sacan cierta calma. Mi tesoro, mi calma solitaria y curandera de males.
Sin embargo aún por mis ojos no ha pasado perdición tal por alguien, ni por mis labios cierto sabor o sentimiento de sorpresa inexplicable que provenga de cierto ser. Y por momentos:
1) Esto me preocupa.  Porque no puedo identificarme o reconocerme como alguien ahora: ¿Qué tipo de resultado soy de todo aquello? ¿Qué tipo de piel me cubre? ¿Qué sueños o emociones tengo dentro? Pues en nada encuentro algo, en nada me encuentro.

2) Esto me entristece. Porque demasiado ya me han hecho saber que yo nunca fui algo importante ni digno de ser "incomparable" a muchos otros. Demasiado ya me han hecho saber de la nulidad de mi presencia; de la insignificancia de mi pasar por su vida. Y así me quedo siempre más solitaria y mas miserable por todo lo que solamente yo "viví", "creí" y "sentí" categorizándolo de 'excelso amor'.
y
3) Esto me perturba. Puesto que simplemente no me lo perdono a mi misma. Cómo es que aún han de afectarme ciertos detalles asquerosos. Aunque bien me tranquilizo y me tolero, así tan inacabada como el tiempo que llevo me muestra ser. 







Pero dentro mío nada se enciende, a excepción de un desesperante sentir, que con una nube sofocante construye un simple y llano vacío, la pulcra blancura de la nada... y cuando es de noche, esta oscuridad infinita expande el vacío. 
Además ya no veo la Luna con la misma magia. Ya casi ni la veo.
Antes, al menos, al verla se provocaban en mí esperanzas, típicas de un encantamiento desconocido, aquel que sentía en el pasado, pero ahora nada puede hacerme ver una mísera chispa.

Quizás ese transpirar de la mente pueda ser una forma más sutil de llanto.
Sutil digo, y es mucho decir porque ni de llorar soy capaz, últimamente.





lunes, 20 de febrero de 2017

Ancestral

Ya no sé muy bien a qué lugar intentar pertenecer. No sé, tampoco, a qué voces de quiénes personas responder.
Escucho en el hondo salón de mi mente, soportar a las paredes, mientras retumba el martillo latente. Golpea los muros, rompe las redes que me cubren, resuenan los muros, vibra todo al caer.
Los ecos, en soplos de sonido, las voces en luces pobres que no superan la oscuridad.
El encierro que funciona de isla. El mar que funciona de cerco. El miedo a la profundidad que funciona de longitud. Y ésta distancia que en realidad es el destino inexorable a aceptar.

Cuando se escucha solamente el cantar de aquél pájaro, hay que preocuparse.
No encontramos cura a su venir. No encontramos solución que lo haga callar.
Ignoro qué brebaje encantado tomar. Intento olvidar todo el tiempo eso que solo conocen mis sueños, para no me encadenar a una muerte segura del presente. Para no sufrir en el encadenamiento falso del capricho infantil del querer... cualquiera fuese su figura misteriosa y azarosa.
Estudio el ejercicio de ignorar, como si fuera la práctica de la vacuidad sensata, toda afección que rodee el ente mío.
Y teniendo por buenas baldosas en las que caminar a las filosofías más alejadas,  caminar y pulir la levedad de ser un ancla con alas.

Ojalá pudiera haber nacido en otra tierra; aunque leer devangarí me pareciera extremo. Ha tocado me un incierto poder telúrico, el cuál no sé de qué raíz nuclear proviene. Me llama sin que lo oiga, me alimenta sin que lo sienta.
Como si esto de escribir tuviese algún poder maligno, guárdome los mejores secretos oníricos, los deseos vergonzosos, las serpientes mal juzgadas, bien adentro de las venas pensarosas. Sulfuran todo el tiempo hasta desvariar por exceso de cordura. Si mal veo que veo bien multitudes dormidas con ojos parpadeantes.
Más, lo que importa es el arte de los felinos de acurrucarse en mi pecho, mientras fluyen las letras manchadas en las ventanas, sus ojos. No me sale el verso, no me sale el ritmo, menos insisto en superar sueños.

Sueños... esos dispositivos mentales que sólo ladran símbolos que asfixian. Mensaje sin lenguaje aparente. Lenguaje que devora como un momento. Como el momento en que paso por al lado tuyo y sé que no existo.
Qué será que de vos sale, que de vos me llama...
la dorada indiferencia,
la perfecta imposibilidad,
la superlativa lejanía
el inhumano porvenir


AHORA


nos referimos a Cofasso, a este lugar,que a su manera, es donde la inspiración hace fluir caudales de fuego del arte escrito.