martes, 12 de enero de 2016

Intentando empezar.

Tan incierta es su vida. Ni la oportunidad de cruzar, ya sea aisladamente o por azar, una simple palabra. Tan llanas las palabras. Tan poco, pero bien intenso el desconcierto. 
Aquello, lo que gana día a día es la eterna resignación ante un desear tan descabellado, que ni siquiera nombre tiene. Podríamos imaginar miles de noches, podríamos imaginar miles de situaciones: Cuando se recuesta en su cama para poder escapar inconscientemente de esta realidad. Cuando se siente mal y sus ojos no hacen más que suspenderse rendidos en un punto fijo, cristalizando el brillo perdido que queda enfrascado en la congoja. Cuando sonríe (esa sonrisa que nunca me regaló, que nunca podré ver frente a mí), porque se pinta como perfecta en toda su luz. Cuando se concentra en algo, tramitando toda su energía hacia un centro único, hacia una verdad, conectando sus gestos, sus músculos, su piel que brilla y se mueve haciendo pasar la fuerza enrojecida de su fuego interior. Pero... ¿Qué hacer ante la ignorancia atroz y negra de las Parcas? Mejor no deberle nada a nadie. Pero no sé qué tan interesante me resulta vivir vacía. 
Imaginar, por otro lado, la senda de un vientre somnoliento, entre sábanas, cuentos, almuerzos, pero no sé qué tantas noches.
¿Y el resto de las horas del día? ¿Dónde es que respira su alma? ¿Cómo es que vive cada minuto ignorando tantas cosas que podrían pasarle? ¿Estará igual de vacía, como quien escribe?
Realmente: Tan incierta es su vida para mí. Ni Sherlock Holmes podría ayudarme, las Parcas están empecinadas, y no quiero contradecir su capricho, sólo guardarme al silencio más integral e inservible al parecer. 
Ya pregunté a muchos, a todos los que pude. Ya miré, observé, sonreí. Ya ofrendé mi energía al mejor dios. Ya estoy ocupándome de mí. El vacío sigue, el vacío persiste. Algo falta. Algo falla. Algo no está pasando. 
La ignorancia maldita.

También fui, estuve, intenté ser un imán. Como cosas de la vida se abrió una puerta, allí estaba, de allí salió -yo lo sabía-, solo me llevé un codo por delante. Y después de eso... volví a la mesa, repensé las cosas: El riesgo, la pregunta, los nervios atragantados, la posible respuesta, la mirada, el cielo, su voz, mi vergüenza. Regresó. Nervios.  Pregunté: obtuve la respuesta. El nombre que escuché, fue el que ya sabía. Fue algo maravilloso escuchar su nombre de su voz. Pero fue tan corta la respuesta,  es un letargo la nada misma, y así es... mientras que mi mente cree suponer recordar la entonación exacta de sus cuerdas vocales.
Al ir al otro día, toda la nada cambió de golpe. Ante mi presencia, desapareció. "Creo que tenés que tomar eso como una reacción negativa" me dijo una voz interna. Está bien, la coherencia a veces me abandona y no sé dónde morirme en piel viva. Traté de no llenarme la cabeza con flores preocupadas, pero tuve el problema real de que el perfume de esas flores comenzaron a invadirme y a pudrir el momento. El aire era incomodo. Ni siquiera volvió a pedirnos la cuenta... ¿Le habrá pasado algo?
Ya no sé si seguir recordando ese día. Ya ni sé hace cuánto pasó. No volví a ir, y con tanto alcohol en la sangre me perjuré no ir más. Al menos por mí. Por mí, no.

Los días siguen pasando. Porqué no se mueren. Cada cara que me cruzo en la calle hace que el mundo se haga inmenso. No siento raíces anteriores que me sujeten como anclas a un mismo y enfermo pensamiento. Pero, un poco me preocupa persistir con la terquedad de dar con sus ojos... en realidad con su sonrisa brillante desconocida. Es una duda tan azul y sangrientamente profunda como la noche sin luna que hay desde que algo dentro mío crujió. Y no hay luna, no la hay. No la busco. Ya no más... porque por segunda vez me resigné, sí queridas Parcas, me resigné a buscar cual es el hilo conductor hacia el anhelo agónico, que mi vacío músculo que pulsa dentro.
Ese anhelo agónico ya sabe unas cuántas cosas. ¿Qué será necesario hacer para que el Inexorable Destino quiera tronar y realizar una de sus magias? ¿Qué clase de magia se necesita para atraer la estrella adorada tan intocable?

Nuevamente, la admiración, idealización, descontextualización, tiempos eternos de ocio, malas señales, el Destino en sí... no ayudan. Nuevamente ofrezco al viento mensajero mi rendición. Si todo queda en el desierto del Nunca Será, está bien. Pero yo no sé que pulsa tanto dentro mío, una sed que es un fuego eterno, una duda que es agua que ahoga, un respiro que es una inhalación que ahoga, y nunca sacia, nunca termina la esperanza que supuestamente dice consolar la lagrima viajera que llora la galaxia... transportando su tristeza cristalina en el rayo de su luz, el agua que lleva dentro con miles de "¿porqué?", sin saber donde caer, vaga de aquí para abajo, hasta estrellarse en la realización misma de la imposibilidad de ver de frente tu sonrisa.

Este Quién, este Alguien, no es ni Aquella ni una Otra, es un misterio incalculable. Terriblemente una entidad oscura, desconocida. No sé hacia donde van ni dónde terminan sus límites. Lo ignoro todo. Y como seguiré siendo una ignorante por obra y gracia del bondadoso Destino, cuyas Parcas encarceladas, hicieron-me creer que un destello de momento -ingenuamente superfluo- podía significar algo. Pero no. De ninguna sonrisa llana hay que fiarse, tanto como de las casualidades que se hacen las maduras intentando hacerse ver como Señales Verdaderas. Pero no. Mejor no hablar de ciertas cosas.
Y aquí ofrezco como tributo de respeto y compasión, mi resignación, mi entrega, mi descreimiento. No sé si desesperanza, pero al menos me rindo ante la fuerza, aquella, desconocida mayor.

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nos referimos a Cofasso, a este lugar,que a su manera, es donde la inspiración hace fluir caudales de fuego del arte escrito.